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¿Por qué Mises (y no Hayek)? | Why Mises (and not Hayek)?

This a Spanish translation of Hoppe’s speech Why Mises (and not Hayek)? (2011). This publication is a revised version of an original Mises Institute translation.

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¿Por qué Mises (y no Hayek)?

Déjenme empezar con una cita de un artículo que mi viejo amigo Ralph Raico escribió hace unos 15 años:

Ludwig von Mises y F. A. Hayek son ampliamente considerados los más eminentes pensadores liberales clásicos de este siglo. También son los dos economistas austriacos más conocidos. Fueron grandes intelectuales y grandes hombres. Tuve la suerte de tener a ambos como maestros. (…) Aun así, está claro que el mundo los trata de forma muy diferente. A Mises se le negó el Premio Nobel de economía, que ganó Hayek el año siguiente a la muerte de Mises. De Hayek se hacen ocasionalmente antologías y se estudia en cursos universitarios, cuando es imposible evitar un portavoz de la libre empresa; Mises es prácticamente un desconocido para la academia estadounidense. Incluso entre organizaciones que defienden el libre mercado en general, es Hayek el honrado e invocado, mientras que Mises es ignorado o enviado al fondo.

Quiero especular —y presentar una teoría— de por qué esto es así y explicar por qué —y entiendo que la mayoría de nosotros— tenemos una opinión distinta. Porque yo (y supuestamente tú) somos misesianos y no hayekianos.

Mi teoría es que la mayor preeminencia de Hayek tiene poco o nada que ver con la economía. Hay poca diferencia entre la economía de Mises y la de Hayek. De hecho, la mayoría de las ideas económicas asociadas con Hayek se originaron en Mises y solamente este hecho haría que Mises estuviera muy por encima de Hayek como economista. Pero la mayoría de los hayekianos declarados de hoy en día no son economistas de formación. Pocos han leído realmente los libros responsables de la fama inicial de Hayek como economista, es decir, su Monetary Theory and the Trade Cycle y su Prices and Production. Y me aventuro a decir que no hay más de diez personas vivas hoy que hayan estudiado, de principio a fin, su Pure Theory of Capital.

Por el contrario, lo que explica la mayor preeminencia de Hayek es su obra, principalmente en la segunda parte de su vida profesional, en el campo de la filosofía política, y aquí, en este campo, la diferencia entre Hayek y Mises es realmente chocante.

Mi teoría es esencialmente la misma que avanzaba mi amigo Ralph Raico: Hayek no es un liberal clásico en absoluto, o un «Radikalliberaler» como le ha calificado el NZZ, despistado como es habitual. Hayek es realmente un socialdemócrata moderado, y como vivimos en la época de la socialdemocracia, esto le hace un intelectual «respetable» y «serio». Hayek, como recordarán, dedico su Camino de servidumbre a «los socialistas de todos los partidos». Y los socialistas en todos los partidos ahora le pagan utilizando a Hayek para presentarse como «progresistas».

Para probarlo, me basaré principalmente en Los fundamentos de la libertad y en sus tres volúmenes de Derecho, legislación y libertad, que se consideran por lo general como las contribuciones más importantes de Hayek al campo de la teoría política.

Según Hayek, el Estado es «necesario» para cumplir las siguientes tareas: no solo para la «aplicación de la ley» y la «defensa contra enemigos externos», sino que «un Estado de una sociedad avanzada tendría que usar su poder para obtener fondos mediante impuestos para proveer algunos servicios que por distintas razones no puedan ser suministrados o no puedan suministrarse adecuadamente por el mercado». (Como en todo momento existen un número infinito de bienes y servicios que el mercado no provee, Hayek da al gobierno un cheque en blanco).

Entre estos bienes y servicios están

la protección contra violencia, epidemias o fuerzas naturales como inundaciones o avalanchas, pero también muchas de las amenidades que hacen tolerable la vida en las ciudades modernas, la mayoría de las carreteras (…) la provisión de patrones de medida y de muchos tipos de información que van desde los registros territoriales, mapas y estadísticas a la certificación de la calidad de algunos bienes o servicios ofrecidos en el mercado.

Las funciones adicionales del gobierno incluyen «la garantía de cierta renta mínima para todos»; el Estado debería «distribuir sus gastos en el tiempo de una manera tal que actúe cuando decaiga la inversión privada»; debería financiar escuelas e investigación, así como aplicar «regulaciones en la construcción, leyes alimentarias, la certificación de ciertas profesiones, la restricción en la venta de ciertos bienes peligrosos (como armas, explosivos, venenos y drogas), así como algunas regulaciones de seguridad y salud para los procesos de producción, y la provisión de instituciones públicas como teatros, campos de deportes, etc.» y debería hacer uso del poder de «dominio eminente» para mejorar el «bien público».

Además, se sostiene generalmente que «hay razones para creer que con el aumento de la riqueza general y la densidad de la población, continuará aumentando la porción de todas las necesidades que solo pueden satisfacerse por medio de la acción colectiva».

Por otra parte, el gobierno debería implantar un extenso sistema de seguros obligatorios («coacción que pretende evitar una coacción mayor»), las viviendas públicas subvencionadas son una posible tarea del gobierno e igualmente la «planificación urbana» y la «urbanización» se consideran funciones propias del gobierno (siempre que «la suma de las ganancias exceda la suma de las pérdidas»). Y finalmente, «la provisión de amenidades y oportunidades de recreo o la preservación de la belleza natural o de lugares históricos o de interés científico (…) Parques naturales, reservas de la naturaleza, etc.» son tareas legítimas del gobierno.

Adicionalmente, Hayek insiste en que reconozcamos que es irrelevante lo grande que sea el gobierno o si crece y lo rápido que lo hace. Lo único importante es que las acciones del gobierno cumplan ciertos requisitos formales. «Es el carácter más que el volumen de la actividad del Estado lo que importa». Los impuestos como tales y el nivel absoluto de impuestos no son un problema para Hayek. Los impuestos (e igualmente el servicio militar obligatorio) pierden su carácter de medidas coactivas,

si son al menos predecibles y se aplican sin considerar cómo emplearía el individuo sus energías en otro caso; esto les priva en buena medida de la naturaleza perjudicial de la coacción. Si la necesidad conocida de pagar cierta cantidad de impuestos se convierte en la base de todos mis planes, si un periodo de servicio militar es una parte previsible de mi carrera, entonces puedo seguir un plan general de vida hecho por mí mismo y soy tan independiente de la voluntad de otra persona tal como los hombres han aprendido a vivir en sociedad.

¡Pero por favor, debe ser un impuesto proporcional y un servicio militar general!

Podría seguir y seguir, citando las definiciones entremezcladas y contradictorias de libertad y coacción de Hayek, pero eso basta para explicarme. Simplemente pregunto: ¿Qué socialista y qué ingenuo podrían tener problemas con todo esto? Siguiendo a Hayek, todos ellos pueden llamarse orgullosamente liberales a sí mismos.

En un contraste evidente, ¡qué refrescantemente claro (y muy distinto) es Mises! Para él, la definición de liberalismo puede condensarse en un solo término: propiedad privada. El Estado, para Mises, es la fuerza legalizada y su única función es defender la vida y la propiedad sometiendo a los elementos antisociales. Respecto al resto, el gobierno es «el empleo de hombres armados, de policías, gendarmes, soldados, guardias de prisiones y verdugos. La característica esencial del Estado es la aplicación de sus decretos mediante golpes, muertes y encarcelamientos. Quienes piden más interferencia del Estado están pidiendo en definitiva más compulsión y menos libertad».

Por otro lado (y esto es para quienes no han leído mucho a Mises, pero invariablemente dicen «pero ni siquiera Mises era un anarquista»), está claro que el joven Mises admitía la secesión ilimitada, hasta el nivel del individuo, si uno llega a la conclusión de que el Estado no está haciendo lo que se supone que tiene que hacer: proteger la vida y la propiedad. Y el Mises mayor nunca rechazó esta postura. Mises, por tanto, como señalaba mi propio maestro intelectual, Murray Rothbard, es un radical del laissez-faire: un extremista.


Traducción original revisada y corregida por Oscar Eduardo Grau Rotela. El artículo original se encuentra aquí.