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Socialismo: ¿Un problema de propiedad o conocimiento? | Socialism: A Property or Knowledge Problem?

Dante Bayona has translated into Spanish Hoppe’s Socialism: A Property or Knowledge Problem? (1996). The article was originally published on The Review of Austrian Economics.

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Socialismo: ¿Un problema de propiedad o conocimiento?

Este artículo fue publicado originalmente en The Review of Austrian Economics en 1996.

En una serie de recientes artículos en el Review of Austrian Economics, Joseph Salerno empezó a deshomogeneizar las frecuentemente mezcladas teorías económicas y sociales de Ludwig von Mises y Friedrich A. Hayek. En particular, ha mostrado que sus puntos de vista sobre el socialismo son diferentes, y ha sostenido que el argumento original de Mises en el tal llamado debate sobre el cálculo socialista era correcto todo el tiempo y era también la última palabra, mientras que la contribución distintiva de Hayek al debate era falaz desde el comienzo, y sólo añadía confusión. El siguiente comentario proveerá apoyo adicional a la tesis de Salerno.

El argumento bien conocido de Mises dice esto: si no hay propiedad privada sobre la tierra y los otros factores de producción, entonces no puede haber precios de mercado para ellos. Por tanto, el cálculo económico, es decir, la comparación a la luz de los precios actuales, del ingreso anticipado, y el costo esperado expresado en términos de un medio común de intercambio —dinero— (permitiendo así operaciones cardinales de contabilidad), es literalmente imposible. Por consiguiente, el error fatal del socialismo es la ausencia de propiedad privada sobre la tierra y los factores de producción y, por implicación, la ausencia de cálculo económico.

Para Hayek, el problema del socialismo no es una falta de propiedad, sino una falta de conocimiento. Su tesis distintiva es totalmente diferente a la de Mises.[1] Para Hayek, la falla última del socialismo es el hecho de que el conocimiento, en particular «el conocimiento de las circunstancias particulares de tiempo y lugar», existe solo en una forma ampliamente dispersa como posesión personal de varios individuos; por lo tanto, es prácticamente imposible reunir y procesar todo el conocimiento realmente existente en la mente de un único planificador central socialista. La solución de Hayek no es la propiedad privada, sino la descentralización del uso de conocimiento.

Pero esta es ciertamente una tesis absurda. Primero, si el uso centralizado de conocimiento es el problema, entonces es difícil explicar por qué hay familias, clubs y empresas, o por qué no se enfrentan a los mismos problemas del socialismo. Las familias y las empresas también implican planificación central. El jefe de familia y el dueño de la empresa también hacen planes que restringen el uso que otra gente puede hacer de su propio conocimiento privado, sin embargo, las familias y las empresas no son conocidas por compartir los problemas del socialismo. Para Mises, esta observación no presenta ninguna dificultad: bajo el socialismo, la propiedad privada está ausente, mientras que las familias individuales y las empresas privadas están basadas en la institución misma de la propiedad privada. Pero, para Hayek, la operación fluida de las familias y las empresas es misteriosa, porque su idea de una sociedad completamente descentralizada es una en la que cada persona toma sus propias decisiones basándose en su conocimiento único de las circunstancias, sin restricciones de cualquier plan central o norma supraindividual (social) (como la institución de la propiedad privada).

Segundo, si el desideratum es simplemente el uso descentralizado de conocimiento en la sociedad, entonces es difícil explicar por qué los problemas del socialismo son fundamentalmente diferentes de los que enfrentan las otras formas de organización social. Toda organización humana, compuesta como lo está por distintos individuos, hace uso de conocimiento descentralizado de manera constante e inevitable. En el socialismo, el conocimiento descentralizado es utilizado no menos que en las empresas privadas o en las familias. Como en una empresa, en el socialismo existe un plan central; y dentro de las restricciones de este plan, los trabajadores socialistas y los empleados de la empresa utilizan su propio conocimiento descentralizado de circunstan­cias de tiempo y lugar para implementar y ejecutar el plan. Para Mises, todo esto no viene al caso. Pero dentro del marco analítico de Hayek, no hay diferencia entre el socialismo y una corporación privada. Por lo tanto, tampoco puede haber más problemas en lo primero que en lo segundo.

Claramente, la tesis de Hayek sobre el problema central del socialismo no tiene sentido. Lo que distingue categóricamente al socialismo frente a las empresas y las familias no es la existencia de conocimiento centralizado o la falta de uso de conocimiento descentralizado, sino la ausencia de propiedad privada y, por tanto, de precios. De hecho, en referencias ocasionales a Mises y su argumento original sobre el cálculo, a veces Hayek también parece darse cuenta de esto. Pero su intento de integrar su propia tesis con la de Mises y proveer, por ende, una nueva y superior síntesis teórica fracasa.

La síntesis hayekiana consiste en la siguiente conjunción proposicional: «Fundamentalmente, en un sistema en el que el conocimiento de hechos relevantes está disperso entre mucha gente, los precios pueden actuar para coordinar las acciones separadas de gente diferente» y «el sistema de precios» puede servir como «un mecanismo para comunicar información».[2] Mientras la segunda parte de esta proposición impacta a uno como vagamente misesiana, no está claro en absoluto cómo está lógicamente relacionada con la primera, excepto a través de la asociación elusiva de Hayek sobre los «precios» con «información» y «conocimiento». No obstante, esta asociación es más un truco semántico que una argumentación rigurosa. Por un lado, es inofensivo hablar de los precios como trasmitiendo información. Ellos informan sobre ratios de intercambio del pasado. Pero es un non sequitur concluir que el problema central del socialismo es la falta de conocimiento. Esto solamente se seguiría si los precios fueran realmente información. Sin embargo, este no es el caso. Los precios trasmiten conocimiento, pero son los ratios de intercambio de bienes diferentes, que resultan de las interacciones voluntarias de distintos individuos basadas en la institución de la propiedad privada. Sin la institución de la propiedad privada, la información trasmitida por los precios simplemente no existe. La propiedad privada es la condición necesaria —die Bedingung der Möglichkeit— del conocimiento comunicado mediante los precios. Pero entonces es correcto solo concluir, como hace Mises, que es la ausencia de la institución de la propiedad privada lo que constituye el problema del socialismo. Afirmar que el problema es falta de conocimiento, como hace Hayek, es confundir causa y efecto, o premisa y consecuencia.

Por otro lado, la identificación de Hayek de «precios» y «conocimiento» envuelve una equivocación engañosa. Hayek no sólo falla en distinguir entre lo que uno podría llamar conocimiento institucional —información que requiere para su existencia una institución (tal como el conocimiento de precios requiere propiedad privada)— y conocimiento crudo o extrainstitucional; como el de esto es un árbol de cedro, me gustan la nueces, o las aves pueden volar. Además, Hayek también falla en notar que el conocimiento de los precios no es para nada el mismo tipo de conocimiento cuya existencia él cree ser responsable por la «imposibilidad práctica» del socialismo y la planificación central. Lo que hace imposible la planificación central, según Hayek, es el hecho de que parte del conocimiento humano existe sólo como información esencialmente privada:

prácticamente todo individuo tiene alguna ventaja sobre todos los otros porque posee información única de la cual puede hacerse un uso beneficioso, pero de la cual puede hacerse uso sólo si las decisiones que dependen de ella son dejadas a él o son hechas con su cooperación activa.[3]

Si bien es definitivamente cierto que tal conocimiento existe, y si bien también es cierto que el conocimiento únicamente privado evidentemente nunca puede ser centralizado (sin pérdida de información), no es definitivamente cierto que el conocimiento de los precios esté en esta categoría de la información únicamente privada. Desde luego, los precios son «precios pagados en tiempos y lugares específicos», pero esto no los hace información privada en el sentido hayekiano. Al contrario, la información trasmitida por los precios es información pública, porque los precios —qua ratios objetivos de intercambio— son eventos reales. Puede ser difícil conocer todos los precios pagados en fechas y lugares específicos, como puede ser difícil conocer la ubicación física de cada persona en cualquier momento dado. Pero difícilmente es imposible conocer alguna, y con la tecnología actual de las computadoras es probablemente fácil. En cualquier caso, si bien puede ser que yo nunca sepa todo lo que tú sabes, y viceversa, no es más problemático asumir que ambos podemos poseer simultáneamente la misma información de precios de que ambos podemos conocer simultáneamente los mismos resultados del béisbol. Por lo tanto, el conocimiento trasmitido por los precios en realidad sí puede ser centralizado. Pero si la información de precios es información pública y puede ser así centralizada, entonces, según la tesis de Hayek de que el problema del socialismo surge de la ineficiencia en tratar de centralizar conocimiento privado genuinamente no centralizable, se seguiría que la ausencia de precios y, por tanto, de propiedad privada, no tiene nada que ver con el sufrimiento del socialismo. De lo contrario, si uno insiste con Mises en que la ausencia de propiedad privada y precios tiene algo que ver con el sufrimiento del socialismo, la contribución de Hayek al debate del socialismo debe ser desechada como falsa, confusa e irrelevante.

El concepto erróneo de Hayek sobre la naturaleza del socialismo es un síntoma de un defecto fundamental en su pensamiento, que se expande no solo en su teoría económica, sino en particular también en su filosofía política: su ultrasubjetivismo. Hayek, como han notado y citado ad nauseam sus numerosos seguidores, estaba convencido de que «probablemente no es ninguna exageración decir que cada avance importante en teoría económica durante los últimos cien años fue un paso adelante en la aplicación consistente del subjetivismo».[4] Si bien eso puede ser cierto, de eso no se sigue lógicamente que todo paso adelante hacia el subjetivismo debe llevar hacia un avance en teoría económica. Sin embargo, Hayek parece haber sacado esa conclusión y haberse convertido de esa manera en un gran ejemplo ilustrando su falsedad.

Mises, y siguiendo sus pasos incluso de forma más clara Murray N. Rothbard, concibe la economía como la ciencia de la acción humana. La acción tiene dos aspectos inseparables: un aspecto subjetivo (la acción es acción racional e inteligible) y un aspecto objetivo (la acción es siempre acción con cosas reales y físicas). En consecuencia, la economía y la filosofía política de Mises y Rothbard es siempre robusta, y sus categorías y teorías poseen invariablemente significado real operacional: la propiedad privada, la división del trabajo basada en la propiedad privada, la producción, el intercambio directo e indirecto, y también la interferencia forzosa contra la propiedad, la producción y el intercambio privados como los impuestos, la falsificación, la legislación y la regulación.

En claro contraste, Hayek —y también Israel Kirzner y Ludwig Lachmann guiados mal por él en diferentes grados— ve a la economía como cierto tipo de ciencia del conocimiento humano. Por consiguiente, las categorías y teorías de Hayek se refieren a fenómenos puramente subjetivos y son invariablemente evasivos e incluso ilusorios. Él no se preocupa por la acción con cosas, sino por el conocimiento y la ignorancia, la división, dispersión y difusión del conocimiento, el estado de alerta, el descubrimiento, el aprendizaje y la coordinación y divergencia de planes y expectativas. Los eventos del mundo externo —físico— y real —material— han desaparecido casi completamente de su vista. Las categorías de Hayek hacen referencia a situaciones y relaciones mentales, completamente desprendidos de, y compatibles con, cualquier situación y evento físico real.

Lo más notable e inquietante es que el ultrasubjetivismo se convierte en la filosofía política de Hayek. De acuerdo con una antigua tradición de filosofía política compartida por Mises y Rothbard, la libertad se define como libertad para poseer —y controlar— propiedad real, y la coerción es la iniciación de daño físico —perjuicio— sobre la propiedad privada de otros. En claro contraste, Hayek define la libertad como «un estado en el que cada uno puede usar su propio conocimiento y para sus propios propósitos»,[5] y la coerción significa «aquel control del ambiente o las circunstancias de una persona por otra que, para evitar un mal mayor, se ve forzado a actuar no según un plan coherente de sí mismo, sino para servir los fines de la otra»,[6] o de manera alternativa, «la coerción ocurre cuando las acciones de un hombre se hacen para servir la voluntad de otro hombre, no para su propio propósito, sino para el propósito del otro»[7] (todos los énfasis son míos). Claramente, la definición de Hayek no contiene nada sobre bienes escasos y propiedad real tangible, y no provee ningún criterio físico o indicador alguno para la existencia o no existencia de ninguna situación. En lugar de eso, la coerción y la libertad hacen referencia a configuraciones específicas de voluntades, planes, pensamientos o expectativas subjetivos. Como predicados mentales, las definiciones de Hayek de la libertad y la coerción son compatibles con toda situación física y real. No poseen ningún poder para hacer cualquier distinción real.[8]

Está fuera del alcance de este comentario ofrecer una crítica detallada y refutación del ultrasubjetivismo de Hayek. No obstante, más allá de la cuestión fundamental sobre si una ciencia del conocimiento como la imaginada por Hayek es incluso posible, es decir, si puede haber alguna otra ciencia del conocimiento aparte de la lógica y la epistemología por un lado, y la historia de la ideas por el otro lado,[9] dos conclusiones son dolorosamente claras. Incluso si la ciencia del conocimiento de Hayek es posible, parece ser irrelevante en el mejor de los casos, porque praxeológicamente —operacionalmente— no tiene significado. En el peor de los casos, es intelectualmente perniciosa al promover el relativismo.

Respecto al mundo real de la acción con propiedad física, de producción e intercambio, de dinero y mercados, ganancias y pérdidas, acumulación de capital y bancarrotas, no puede quedar ninguna duda sobre la existencia de leyes y la operación sin cesar de una tendencia hacia el equilibrio general (acción-coordinación). De igual manera, no puede haber duda sobre la existencia de leyes y la operación constante de tendencias desequilibradoras dentro del mundo de los impuestos, la falsificación, la legislación y la regulación reales. De hecho, sería extremada­mente costoso —prohibitivo— no reconocer tales leyes y adoptar posturas relativistas. En cambio, al trasladar subrepticiamente la atención del mundo tangible de la acción y la propiedad hacia el mundo etéreo del conocimiento, las ideas, los planes y expectativas, las posturas relativistas se vuelven atractivas (y poco costosas). No existen aparentes regularidades y tendencias en el mundo del conocimiento de Hayek. En realidad, es difícil incluso imaginar lo que «ley» y «equilibrio» podrían significar eventualmente en el contexto de fenómenos puramente subjetivos. En su lugar existe aparentemente nada excepto el constante cambio caleidoscópico.

Por lo tanto, es difícilmente sorprendente que Hayek y sus seguidores pudieran proclamar aquellos eslóganes relativistas tales como que no podemos hacer nada para mejorar nuestra condición, excepto apoyarnos en la evolución espontánea, que nuestro futuro es completamente incognoscible, o que no podemos sino participar en una corriente de conversación abierta y sin fin. Bien puede ser esto un buen consejo en lo que respecta al ámbito de los fenómenos puramente subjetivos, y como dirigido a un ser puramente espiritual (sin cuerpo). Sin embargo, poseyendo realmente existencia física (corporal), ¿por qué alguien se preocuparía siquiera en saber eso? Aplicado al mundo de la acción corporal y la propiedad, tal consejo es una tontería autodestructiva.


Traducido originalmente del inglés por Dante Bayona. Revisado y corregido por Oscar Eduardo Grau Rotela. El artículo original se encuentra aquí.


Notas

[1] Véase en particular el ampliamente aclamado artículo de 1945 sobre «The Use of Knowledge in Society», reimpreso en F. A. Hayek, Individualism and Economic Order (Chicago: University of Chicago Press, 1948).

[2] Ibid., pp. 85-86.

[3] Ibid., p. 80.

[4] The Counterrevolution of Science (New York: Free Press, 1955.) p. 31.

[5] Law, Legislation, and Liberty, Vol. 1 (Chicago: University of Chicago Press, 1973), pp. 55-56.

[6] Constitution of Liberty (Chicago: University of Chicago Press, 1960), pp. 20-21.

[7] Ibid., p. 133

[8] Véase también Hans-Hermann Hoppe, «Hayek on Government and Social Evolution», Review of Austrian Economics 7, no. 1 (1994): esp. 70f.

[9] Para algunas serias dudas sobre esto, véase Hans-Hermann Hoppe, Kritik der Kausalwissenschaftlichen Sozialforschung (Opladen: Westdeutscher Verlag, 1983).