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Causas suficientes y necesarias de la Revolución Industrial | Necessary and Sufficient Causes of the Industrial Revolution

Jaime Zapata has translated into Spanish Hoppe’s Necessary and Sufficient Causes of the Industrial Revolution (2010). This is a conference recorded on March 12, 2010, at the Mises Institute.

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Causas suficientes y necesarias de la Revolución Industrial

Conferencia impartida en el Instituto Mises el 12 de marzo de 2010.

Primero unas palabras sobre aspectos teóricos. Para la teoría económica la pregunta de cómo incrementar la riqueza y enriquecerse tiene una respuesta directa: tiene tres componentes. Uno se puede hacer rico: a) mediante la acumulación de capital, es decir, la construcción de bienes intermedios, productivos o de capital, que pueden producir más bienes de consumo por unidad de tiempo de lo que puede producirse sin ellos, o bienes que no pueden ser producidos en absoluto sin ellos o bienes que no pueden producirse en absoluto con sólo tierra o trabajo; teniendo que ver también la acumulación de capital con una baja preferencia temporal;  b) la segunda parte de la teoría es que se puede incrementar la riqueza mediante la participación y la integración en la división del trabajo; y c) a través del control de la población, es decir, manteniendo el tamaño óptimo de la población.

Ahora, no comentaré sobre los primeros componentes, ya que son bastante familiares, pero son necesarios algunos comentarios sobre el tercer componente. Que la riqueza dependa del tamaño de la población se deriva de la ley de los rendimientos decrecientes y de la ley malthusiana de la población, que Ludwig von Mises llamó una ley indisputable, calificándola entre los más grandes logros del pensamiento. La ley de rendimientos decrecientes establece que para toda combinación de dos o más factores de producción existe una combinación óptima, tal que cualquier desviación de esta combinación óptima implica una pérdida material o pérdidas de eficiencia. Aplicado a los dos factores de producción originales, es decir, tierra y trabajo, tierra siendo los bienes dados por la naturaleza, la ley implica que si yo fuera a incrementar la cantidad de trabajo, es decir, el tamaño de la población, mientras que la cantidad de tierra y la tecnología disponible permanecieran fijas, eventualmente se llegaría a un punto en el que la producción física por cantidad de trabajo se maximizaría. Este punto marca el tamaño óptimo de la población. Si no hay tierra adicional disponible, y la tecnología es fijada en un nivel dado, entonces cualquier incremento en la población más allá del tamaño óptimo llevaría a un decaimiento progresivo de los ingresos per cápita.

Ahora quiero decir unas cosas sobre historia económica. Quiero echar un vistazo a lo que parece ser el dato más fundamental de la historia económica humana, y lo haré con la ayuda de dos tablas. La primera, arriba, es tomada de Farewell to Alms, de Gregory Clark, que muestra que, durante la mayoría de la historia humana, hasta un momento alrededor de 1800, los ingresos reales per cápita no crecieron. En breve, esta tesis dice que los estándares de vida promedio en la Inglaterra del siglo XVIII, por ejemplo, no eran superiores a aquellos de la antigua Babilonia. La segunda tabla es tomada de Atlas of World Population History de Colin McEvedy y Richard Jones, y esta tabla complementa la primera, y muestra el crecimiento poblacional desde alrededor de 12.000 a. C. hasta el presente, cerca de 2000 d. C. También muestra un quiebre significativo que ocurrió durante finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX. Hasta entonces, hasta ese punto, el tamaño de la población creció apenas lentamente, y desde entonces el crecimiento poblacional se ha aumentado de manera muy aguda. En combinación, las dos tablas capturan la importancia histórica mundial de la así llamada Revolución Industrial, que ocurrió hace unos doscientos años, así como la importancia, y en particular la duración, de la así llamada etapa malthusiana del desarrollo humano.

Durante la etapa malthusiana, el tamaño de la población continuamente presionaba contra los medios de subsistencia. De hecho, la población podía crecer más que todo porque se hacía posesión de más tierra, y también en parte porque había mejor tecnología incorporada en mejores bienes de producción y una ampliada e intensificada división del trabajo. Pero todos estos avances económicos fueron siempre superados rápidamente por una población creciente que, de nuevo, acaparaba los medios de subsistencia disponibles, y llevaba a una superpoblación y al surgimiento de lo que Mises llamó especímenes supernumerarios, para los cuales no había lugar en la división del trabajo, y que, consecuentemente, tenían que esquivarse debido a una falta de sostenimiento.

Hoy, en las sociedades occidentales modernas, no existen tales especímenes supernumerarios, pero durante la mayoría de la historia humana este era de hecho el caso, y es de hecho el caso en muchas partes del así llamado tercer mundo. Había aumentos y reducciones en los ingresos reales durante la edad malthusiana, debido a varios eventos externos, y existían diferencias pronunciadas en ingresos individuales y regionales, pero en ninguna parte había una tendencia continua al aumento de ingresos reales por persona, la cual hemos llegado a tomar por sentada desde entonces.

Durante toda esa época, la ley de hierro de los salarios se mantuvo reinante. Ingresos y salarios se mantuvieron bajos casi al nivel de subsistencia debido a la existencia de un número sustancial de especímenes supernumerarios. Ahora, vamos a la explicación. ¿Cuál es la causa de la alargada época malthusiana, y de la sólo así surgida Revolución Industrial? La respuesta común entre economistas y en particular entre economistas libertarios es: debieron de haber impedimentos institucionales, en particular, una insuficiente protección de derechos de propiedad privada, que impidieron un desarrollo más rápido, y estos impedimentos fueron removidos sólo recientemente, es decir, a partir de alrededor de 1800. Esta es esencialmente también la explicación de Mises y, por cierto, también la de Rothbard. Quiero argumentar que esta explicación está equivocada y presentar, al menos, los esbozos de una explicación alternativa.

Muy obviamente, la explicación común está equivocada porque, por decirlo bruscamente, simplemente no hubo un cambio revolucionario institucional en lo que se refiere a la seguridad de la propiedad privada que haya precedido o acompañado la Revolución Industrial. Los derechos de propiedad habían sido bien protegidos en muchos países, en muchas ocasiones, entre los cazadores-recolectores, así como en sociedades establecidas, y por lo que sabemos, por ejemplo, los derechos de propiedad en la Inglaterra de 1200 y en mucho de la Europa feudal estaban mejor protegidos de lo que ahora lo están en la Inglaterra actual o en la Europa actual. Es decir, todo incentivo institucional favorable a la acumulación de capital y a la división del trabajo ya había sido dado hace mucho y, sin embargo, en ningún lugar hasta más o menos 1800 la humanidad tuvo éxito para liberarse de la trampa malthusiana.

Hoy, damos por sentado que es solamente nuestra falta de voluntad para consumir menos y para ahorrar más lo que impone límites al crecimiento económico. No obstante, este fenómeno es de hecho bastante nuevo. Durante la mayoría de la historia humana, los ahorros fueron frenados por falta de ideas sobre cómo invertirlos productivamente. Es decir, sobre cómo convertir ahorros sencillos o el almacenamiento de bienes en ahorros productivos, es decir, la producción de bienes de producción. Para Crusoe, por ejemplo, no era suficiente tener una baja preferencia temporal y ahorrar. Crusoe también tuvo que concebir la idea de una red, por ejemplo, y tuvo que haber sabido cómo hacerla desde cero. Si nadie es capaz de hacer esto, o de imitar lo que alguien más ha inventado antes, incluso los más seguros derechos de propiedad simplemente no harían diferencia alguna. Todo incentivo necesita un receptor para poder funcionar, y si a un receptor le falta sensibilidad o es insuficientemente sensible, no importa que haya diferentes estructuras de incentivos. Por ello, la institución de protección de la propiedad puede ser considerada como sólo una condición necesaria pero no suficiente para el crecimiento económico, es decir, para el crecimiento de los ingresos per cápita.

Así pues, algún otro factor empírico que no figura en la teoría económica pura debe explicar la duración de la etapa malthusiana y cómo salimos de ella. Y este factor ausente es la variable histórica de la inteligencia humana. El hombre es físicamente débil y está muy mal equipado para lidiar con la naturaleza bruta. Era ventajoso para él el desarrollar su inteligencia, es decir, su conocimiento de las relaciones de causa y efecto, y para ser exitoso, como cazador-recolector, e incluso más como agricultor (y hay que tener presente que hasta alrededor de 1800 el 90% de la población trabajaba en la agricultura) se necesitaba cierta inteligencia. No toda persona era igualmente inteligente, sin embargo, una mayor inteligencia se traducía en un mayor éxito económico, y un mayor éxito económico se traducía, a su vez, en un mayor éxito reproductivo, es decir, llevaba a producir un número mayor de descendientes sobrevivientes. Sobre la existencia de estas dos relaciones, es decir, la inteligencia lleva al éxito, y un mayor éxito que lleva a un éxito reproductivo, hay una gran cantidad de evidencia empírica.

Ahora, aún más, esta tendencia a seleccionar la mayor inteligencia sería particularmente pronunciada bajo condiciones externas severas. Si el ambiente humano no cambia, es constante y suave, como en los trópicos donde no existen estaciones, por ejemplo, donde un día es igual al otro año tras año, una inteligencia alta o excepcional representa una ventaja menor que en un ambiente inhóspito con variaciones estacionales altamente fluctuantes. Cuanto más desafiante es el ambiente tanto más ocupa la inteligencia un lugar especial como un requisito de éxito económico y, consecuentemente, reproductivo. Por ello, el crecimiento de la inteligencia humana sería más pronunciado en regiones más severas, y esto es históricamente, por supuesto, en regiones más septentrionales de asentamientos humanos.

Ahora, esta explicación teórica es acorde a los datos históricos. La teoría explica por qué se tardó tanto en escapar de la trampa malthusiana y cómo ello fue siquiera posible y no nos mantuvimos en condiciones malthusianas por siempre. La humanidad simplemente no era lo bastante inteligente como para lograr los incrementos en productividad que podían continuamente sobrepasar el crecimiento poblacional. Un cierto umbral de inteligencia promedio y excepcional tenía que ser alcanzado antes para que esto fuera posible, y tomó tiempo, hasta alrededor de 1800, engendrar tal nivel de inteligencia. Adicionalmente, la teoría explica por qué la Revolución Industrial se originó y tomó agarre inmediatamente en algunas regiones, generalmente septentrionales, pero no en otras, y por qué siempre han existido diferencias de ingresos regionales persistentes, y por qué estas diferencias han podido incrementarse más que reducirse desde la época de la Revolución Industrial.

Varias implicaciones se derivan de esto. Primero, la teoría que esbocé aquí conduce a una crítica fundamental al igualitarismo que reina generalmente en las ciencias sociales, pero también en varios libertarios. Es cierto que los economistas aceptan las diferencias humanas, por ejemplo, en la forma de diferente productividad del trabajo, pero estas diferencias son interpretadas generalmente como un resultado de diferentes condiciones externas, es decir, de diferencias en la dotación o en la instrucción. Solo rara vez son admitidas las características internas, biológicas y ancladas, como posibles fuentes de las diferencias humanas; e incluso si los economistas admiten lo obvio, es decir, que las diferencias humanas tienen también fuentes internas, biológicas, como Mises lo admite, generalmente aun así ignoran que estas diferencias son ellas mismas a su vez el resultado de un largo proceso de selección natural que favorece características y disposiciones humanas, físicas y mentales, que son determinantes del éxito económico y —más o menos, altamente relacionadas positivamente con el éxito económico— del éxito reproductivo. Es decir, aún se pasa bastante por alto que nosotros, el hombre moderno, somos una especie muy diferente de nuestros predecesores de cientos o incluso miles de años atrás.

Segundo, una vez que se tiene presente que la Revolución Industrial fue primero y ante todo el resultado del crecimiento evolutivo de la inteligencia humana, más que la mera anulación de barreras institucionales al crecimiento, el rol del Estado puede reconocerse como fundamentalmente diferente bajo condiciones malthusianas y posmalthusianas. Bajo condiciones malthusianas, el Estado no importa mucho, por lo menos en lo que se refiere a efectos macro. Un Estado más explotador simplemente llevará a una cantidad de población más reducida, como lo haría una peste, pero no afecta los ingresos per cápita. De hecho, al reducir la densidad de población, los ingresos per cápita pueden incluso aumentarse como sucedió, por ejemplo, durante la Peste Negra a mediados del siglo XIV; y, al contrario, un Estado bueno y menos explotador permitirá un crecimiento en el número de personas, pero los ingresos per cápita pueden no aumentarse o incluso reducirse porque se reduce la tierra per cápita.

Ahora, todo esto cambia con la Revolución Industrial, porque si los avances en productividad constantemente sobrepasan los crecimientos poblacionales y permiten un constante incremento en los ingresos per cápita, entonces una institución explotadora tal como el Estado puede crecer continuamente sin rebajar el ingreso per cápita ni reducir la cantidad poblacional. El Estado se convierte así en el estorbo permanente de la economía y de los ingresos per cápita.

Y la tercera implicación que quiero mencionar es: mientras que en una época malthusiana reinan los efectos positivos eugenésicos, es decir, los exitosos económicamente producen más descendencia, y la estirpe de la población es de este modo, por así decirlo, mejorada gradualmente; bajo condiciones posmalthusianas la existencia y el crecimiento del Estado produce un efecto disgenésico de dos caras, especialmente bajo condiciones de asistencia social democrática. En primer lugar, los discapacitados económicos, por así decirlo, como los principales clientes del Estado de bienestar, producen más descendencia, y los exitosos económicamente producen menos; y segundo, el crecimiento constante de un Estado parásito, que puede ser posible por una economía creciente que le subyace, sistemáticamente afecta los requisitos para el éxito. El éxito económico se vuelve incrementalmente dependiente de la política y del talento político, es decir, el talento para usar el Estado para enriquecerse uno mismo a expensas de otros, y, en cualquier caso, la estirpe de la población se vuelve cada vez peor, por lo menos en lo que se refiere a prosperidad y crecimiento económico, en vez de mejor, como era el caso bajo condiciones malthusianas.


Traducido originalmente del inglés por Jaime Luis Zapata. Revisado y corregido por Oscar Eduardo Grau Rotela. El material original se encuentra aquí.