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El orden de la propiedad privada: una entrevista con Hans-Hermann Hoppe | The Private Property Order: An Interview with Hans-Hermann Hoppe

This a Spanish translation of The Private Property Order: An Interview with Hans-Hermann Hoppe (2014). The interview was originally published in the Austrian Economics Newsletter. This publication is a revised version of an original Mises Institute translation.

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El orden de la propiedad privada: una entrevista con Hans-Hermann Hoppe

Publicado orignalmente en el Austrian Economics Newsletter, Volumen 18, Número 1.

Una entrevista con Hans-Hermann Hoppe

Hans-Hermann Hoppe, miembro senior del Instituto Ludwig von Mises, es profesor de economía en la Universidad de Nevada, Las Vegas, donde enseñó con Murray N. Rothbard de 1985 a 1995. Es autor de Handln und Erkennen (1976), Kritik deer Kausalwissenschaftlichen Sozialforschung (1983), Eigentum, Anarchie, und Staat (1987), A Theory of Socialism and Capitalism (1989), y The Economics and Ethics of Private Property (1993), así como de muchos artículos en la antigua Review of Austrian Economics. Es coeditor del The Quarterly Journal of Austrian Economics y el Journal of Libertarian Studies, editor general de la edición académica de La acción humana, y autor de la introducción de la nueva edición de The Ethics of Liberty (1998). Obtuvo su doctorado (1974) y su habilitación (1981) en la Universidad Goethe de Frankfurt.


AEN: ¿Cómo estudiante en Alemania, pudo leer Nationalökonomie de Mises?

HOPPE: No, porque hasta muy recientemente se necesitaba un detective para poder encontrarlo. Mientras tanto, La acción humana, que nunca ha sido traducida al alemán, ya se encontraba disponible. Nationalökonomie apareció en Ginebra bajo circunstancias muy desafortunadas. El libro fue quitado del público alemán por la guerra. La editorial suiza quebró después. No hubo una nueva edición. Nunca volvió a pasar nada con ese libro.

Así que aprendí economía austriaca con textos en inglés. Recientemente, leí las ediciones en alemán de Socialismo y Liberalismo para escribir los prefacios de las nuevas ediciones. También estuve leyendo Im Namen des Staates, que se traduce como En nombre del Estado. También fue publicado en Ginebra, en 1938, que luego sirvió como base para Gobierno omnipotente, publicado en 1944 en los Estados Unidos. Los escritos de Hayek se encuentran disponibles en alemán, pero no los de Mises. Es el mercado del idioma inglés el que mantiene vivo a Mises.

AEN: ¿Qué se va a encontrar en la introducción a la nueva edición de La acción humana?

HOPPE: En este momento estamos en la etapa de investigación, pero esta va a ser una resurrección de la primera edición, el libro original de 1949 que Mises escribió como una edición en inglés de Nationalökonomie. La saga de estos libros, y las ediciones posteriores de La acción humana, son realmente interesantes. Estoy trabajando con otros investigadores del Mises Institute, detallando las diferencias entre ellas y evaluando su significado.

Por ejemplo, Nationalökonomie contenía comentarios y notas sobre la historia intelectual alemana que no incluyó en la edición en inglés. Estamos traduciendo estos párrafos para reimprimirlos en la nueva introducción. El libro de Mises de 1949 es obviamente un hito en la historia de la ciencia económica, y el primer tratado completo e integrado en la historia de la escuela austriaca. Merece estar impreso en una edición de la mayor calidad.

AEN: Enseñas en Alemania durante los veranos, ¿y dónde más?

HOPPE: El año pasado estuve en Rumania enseñando en la Universidad de Bucarest, y voy a estar enseñando en Praga este verano. La escuela austriaca es única en las ciencias sociales por ser verdaderamente una escuela de pensamiento internacional. Los libros austriacos se encuentran disponibles en los principales idiomas. Y a diferencia de los artículos de moda en la literatura convencional, los escritos austriacos desde Menger al presente poseen validez científica de carácter universal inmutable.

Es este aspecto de teoría pura de la escuela austriaca lo que nos da una ventaja enorme. Hoy día, probablemente solo el marxismo se puede comparar con la escuela austriaca en su alcance mundial. Una ventaja de haber transformado el antiguo Review of Austrian Economics en el Quarterly Journal Of Austrian Economics es que va a ser más económico y más accesible para audiencias locales y del extranjero.

AEN: ¿La escuela austriaca no fue siempre tan internacional?

HOPPE: Bueno, a inicios de la década de los treinta, Mises dio la impresión en sus propios escritos que pensaba que la escuela austriaca era la ciencia económica tal como se entendía en todas partes. Creía que los austriacos habían ganado. Así que restó importancia a las diferencias entre la escuela austriaca y la escuela de Lausana, por ejemplo.

Pero a principios de la década de los cuarenta revisó su reflexión. Explicó la causa en sus memorias. Dice que la escuela austriaca ve a la ciencia económica como preocupada por la acción y la incertidumbre. La escuela de Lausana es una escuela del equilibrio, que es lo opuesto a la acción, lo opuesto a la incertidumbre. Y por supuesto, la macroeconomía keynesiana estaba en el proceso de volverse dominante.

Tan solo entonces Mises aceptó que efectivamente su pensamiento era muy diferente. Finalmente aceptó esta denominación de «Viena» o «austriaco», que antes consideraba prácticamente innecesaria. No debemos olvidar que aun cuando esta etiqueta estaba fija en la escuela, los austriacos no se reconocieron bajo la misma hasta luego de la guerra.

También, luego de la guerra, la escuela austriaca se volvió prácticamente una escuela estadounidense. Incluso Hayek, en su prólogo de 1978 a la edición alemana de las memorias de Mises, dice que la escuela austriaca es prácticamente un fenómeno exclusivamente estadounidense, y exclusivamente una escuela misesiana, con algunas relaciones a Böhm-Bawerk. Las otras tradiciones de la escuela austriaca, sostiene, no lograron cumplir su promesa, mencionando la rama meyeriana en particular. Tampoco se incluye, claramente, a sí mismo en la tradición misesiana.

AEN: Tu profesor Jürgen Habermas, ciertamente un líder del postmodernismo alemán, ¿lo introdujo a Mises?

HOPPE: No, pero Habermas me permitió conocer la filosofía racionalista. Tiene la reputación de un hermenéutico, pero también era profundamente consciente de los límites de la hermenéutica. Siempre dijo que había disciplinas como la matemática y la geometría donde ella no tenía rol alguno. Admitió que la ciencia económica podía ser una de estas disciplinas donde el marco hermenéutico estuviera completamente ausente. Pero simplemente no tenía una opinión sobre la ciencia económica.

Era consciente de la visión política de Habermas, pero yo mismo simpatizaba con la izquierda, como todo el resto. Por lo tanto, esto nunca fue un punto de discusión entre nosotros. Luego, me sentí desilusionado de las políticas marxistas como resultado de las críticas de Böhm-Bawerk. Me convencí de que el marxismo era insostenible.

AEN: ¿Te encontraste con este libro por mera casualidad?

HOPPE: Böhm-Bawerk era un crítico muy conocido, pero la mayoría de los izquierdistas nunca se molestan en leer sus críticas. Lo que me gustaba del marxismo es que hacía el intento de proveer un sistema deductivo riguroso. En aquel entonces, como ahora, los marxistas aceptaban los estándares de la lógica. Pensé que esta aproximación era superior a tener opiniones ad hoc sobre una variedad de temas. Con sistemas deductivos, es más fácil descubrir si producen los bienes prometidos o colapsan. Por supuesto, el marxismo colapsa.

AEN: ¿Fue un salto directo hacia la escuela austriaca?

HOPPE: Pasé por un breve periodo como moderado, aceptando algunos puntos de vista popperianos, por lo menos en lo que respecta a las ciencias sociales. También me volví un socialdemócrata en lo que respecta a la política. Comencé a escribir mi tesis de habilitación sobre los fundamentos de la ciencia económica y la sociología, argumentando que existen disciplinas cuyos teoremas no pueden ser falseados. Sabía que existía tal cosa como el conocimiento a priori, pero dudaba de si existía en las ciencias sociales.

Al mismo tiempo, estaba sorprendido por afirmaciones como la de Milton Friedman. Él decía que los teoremas económicos deben ser testeados y no pueden ser conocidos mediante la deducción. Pero al mismo tiempo daría ejemplos como el de la teoría cuantitativa del dinero, la que siempre consideré cierta por definición: si más dinero es producido, el valor del dinero existente en relación con los bienes que puede comprar cae, siendo el resto constante. Este es un enunciado de lógica que no necesita ser empíricamente testeado para descubrir si es o no verdadero.

AEN: Desde entonces, has sido el defensor más fuerte de la metodología austriaca, la praxeología, desde Rothbard.

HOPPE: De manera independiente, concluí que las leyes económicas son a priori y que se pueden descubrir mediante la deducción. Luego me tropecé con La acción humana de Mises. Esa fue la primera vez que encontré a alguien que tenía el mismo punto de vista; pero no solo eso, sino que ya había elaborado todo el sistema. Desde ese momento en adelante fui un misesiano.

Mises tomó la idea del sintético a priori —la idea de que existen enunciados verdaderos sobre la realidad, derivados de axiomas y la lógica, que no necesitan ser testeados— de Immanuel Kant. Pero Mises agregó una noción importante: las categorías mentales kantianas pueden ser entendidas como fundamentadas en última instancia en las categorías de la acción. Con esto, Mises tendió un puente en el abismo kantiano que separa lo mental de lo físico; lo que pensamos desde afuera, el mundo físico.

Si se comienza con el concepto de acción, inmediatamente se concluye que la acción implica un sujeto y un objeto. Actuar implica: Hago algo con el fin de alcanzar ciertos objetivos. Eso implica una teoría de causalidad, lo que siempre fue un punto de fricción en el kantismo y en el positivismo. Había indicios de esto en Kant, pero nada tan explícito como puede encontrarse en Mises.

AEN: ¿Al aplicar esta aproximación a priori a la ética, estaba intentando suplantar los derechos naturales?

HOPPE: No, en absoluto. Estaba intentando hacer que los dos primeros capítulos de La ética de la libertad de Rothbard fuesen más fuertes de lo que eran. Esto proveería mayor peso a todo lo que siguiese. Tenía cierta insatisfacción con el rigor con el que se había llegado a ciertos supuestos éticos iniciales de la teoría política libertaria. Intuitivamente, parecían plausibles. Pero podía ver que una aproximación levemente diferente podría ser más fuerte. Murray nunca consideró que mis revisiones fuesen una amenaza. Su única preocupación era: ¿esto hace que el caso sea finalmente así? Finalmente aceptó que sí.

AEN: Su enfoque también ofrece la posibilidad de acercar más estrechamente los campos de la economía y la ética.

HOPPE: Esto es lo que Murray también intentó realizar. El concepto que ambos campos poseen en común es el de propiedad privada. En economía, sabemos que debemos controlar ciertas cosas con el fin de poder actuar. En ética, necesitamos proveer una justificación al hecho de que necesitamos tener recursos para poder actuar. Por lo tanto, la propiedad privada es la relación entre estas dos áreas de teorización.

Ambos, Habermas y Karl Apel, utilizaron el término priori de argumentación, que es la base de mi propuesta ética del laissez-faire. Apel, quien probablemente es el mejor y más riguroso filósofo de los dos, no tenía ningún interés en la ciencia económica; pero si tiene razón, también podemos mostrar que debe haber ciertas precondiciones prácticas o praxeológicas completas con el fin de comunicar y traer enunciados verdaderos, concretamente la propiedad privada y la regla lockeana sobre apropiación de la propiedad.

AEN: ¿Qué ve surgir de la nueva edición de La ética de la libertad?

HOPPE: Este es uno de los libros menos leídos de Murray. No estuvo impreso por mucho tiempo. Muchas personas pueden haber sentido que ya conocían el sistema rothbardiano. De hecho, este libro debería ser considerado un pilar del sistema rothbardiano, dado que revela mucho más sobre la ética política y su aplicación que cualquiera de sus otros trabajos. Con este libro, podemos llegar a un nivel muy superior de sofisticación filosófica y unificación de lo que teníamos previamente.

Las ideas del artículo de Rothbard de 1956 «Toward a Reconstruction of Utility and Welfare Economics» se encuentran aquí, pero con un desarrollo mucho mejor. En el artículo anterior, comienza con la idea de intercambios. Pero aquí, desarrolla una teoría de la adquisición de títulos de propiedad que precede a la teoría del intercambio.

Hay una conexión cercana entre la teoría del bienestar y la ética, incluso si los economistas no siempre lo reconocen. La escuela de Chicago de Demsetz, Coase, Alchian y Posner intenta sustituir un estándar de eficiencia por una justificación de principios éticos. El total de este proyecto está construido sobre una falacia. No existe una manera no arbitraria de medir, ponderar y agregar utilidades individuales o desutilidades que resulten de asignaciones dadas de derechos de propiedad. Este intento es solamente pseudociencia al servicio del intervencionismo judicial.

AEN: También ha argumentado que existe una conexión entre la intervención monetaria y los valores culturales.

HOPPE: Es verdad, pero el banco central, a través de las políticas inflacionarias y de crédito barato, exporta esta orientación de corto plazo a la totalidad de la economía. Si se espera que el valor de la moneda caiga en el futuro, se estará más interesado en el dólar rápido. El banco central hace que niveles exagerados de endeudamiento sean posibles, creando la ilusión temporaria de riqueza pero no su realidad.

La democracia y la legislación poseen algunos de los mismos efectos. En particular, generan una alta preferencia temporal. En los viejos tiempos, los principios de la ley nunca cambiaban a través del tiempo. Las reglas de propiedad, intercambios y contratos siempre eran las mismas. Los reyes hicieron poco por cambiar esto porque su propia demanda de soberanos estaba también atada a los derechos de propiedad. Ellos querían ser los dueños de la totalidad del reino y preservar el valor de su capital.

Pero las cosas cambian cuando se tiene propiedad pública, democracia y libre entrada al sistema de gobierno. El líder democrático no invoca al principio de propiedad privada para mostrar que él es el líder legítimo. Él invoca el principio de que ninguna propiedad es enteramente privada. Se sigue que estas personas están tentadas a pensar de las leyes como simple legislación.

Bajo la democracia, las leyes se pueden cambiar cuando se desea. Nadie sabe lo que las leyes serán mañana. De hecho, prácticamente nadie sabe lo que las leyes son hoy, porque hay demasiadas. De este modo, la democracia socava el valor de la propiedad y perjudica los planes y procesos de decisión de largo plazo. Las personas se envuelven en procesos productivos de menor duración de lo que de otra manera hubiesen hecho.

AEN: Hace algunos años escribiste un artículo argumentando que los impuestos acortan la estructura de producción.

HOPPE: Eso fue una aplicación específica de este principio más general. Los impuestos son una expropiación presente y una expectativa de expropiaciones futuras. Por esto, el ingreso presente y futuro se ve reducido. El esquema de preferencias temporales sube y los individuos se vuelven más orientados hacia el corto plazo. Impuestos, legislación, inflación, expansión crediticia, leyes de bancarrota, y todo el resto, también generan esto.

La estructura completa del gobierno en sí misma es una expresión de alta preferencia temporal. Mises dice que en el largo plazo todos nuestros intereses son armoniosos. Todos ganan si se respetan los derechos de propiedad privada. Incluso el recaudador de impuestos, en el largo plazo, se volvería más rico si no hubiese ningún impuesto. Todo esto es verdad.

Pero, por supuesto, esto no implica que toda persona real posea una orientación de largo plazo. En el corto plazo, después de todo, los recaudadores de impuestos se encuentran mejor con el gobierno. En el corto plazo, siempre estoy mejor expropiando. El gobierno institucionaliza la motivación de alta preferencia temporal de expropiar en lugar de producir.

AEN: Mencionaste las leyes de bancarrota. ¿Qué pasa con la afirmación de que el mercado subproduciría la toma de riesgo en su ausencia?

HOPPE: La toma de riesgo en el mercado requiere de reglas fijas de derechos de propiedad. Por ejemplo, las personas no tienen permitido tomar el riesgo de asesinar a otra persona para ver si puede salirse con la suya. En cambio, todos están obligados a respetar la vida de otros. Similarmente, no hay lugar en el mercado libre para una persona que toma riesgos pisoteando derechos de propiedad. Si lo hace, debe ser completamente responsable de los daños generados.

En un libre mercado, el nivel de riesgo que las personas toman está proscrito por los derechos de propiedad y la estricta responsabilidad. Una persona está acotada por los términos del contrato, incluso si implica renunciar a todo lo que posea. En las leyes de bancarrota, el Estado permite a un cierto grupo actuar en violación del contrato que habían aceptado. Este tipo de leyes genera incertidumbre y socializa el riesgo.

AEN: ¿Qué sucede, entonces, si un deudor no tiene dinero para pagar a sus acreedores?

HOPPE: Es obligación del acreedor ver que se encuentre protegido contra este tipo de contingencias. El resultado es dictado por los términos del contrato. El deudor puede pagar de ingresos futuros. Si no hay previsión en el contrato para que el deudor se haga cargo, eso es mala suerte del prestamista. Ha hecho un contrato estúpido.

Deshacerse de las leyes de bancarrota traería un cambio significativo en la cultura económica, donde aprovecharse de los propietarios es común. Las leyes de bancarrota a nivel individual se encuentran replicadas a nivel internacional, donde vemos los enormes desembolsos de la Reserva Federal y el FMI. No hacen más que premiar la mala gestión financiera y permitir la extorsión a escala global. La cultura de la extorsión ahora se extiende del individuo a las finanzas internacionales de las corporaciones.

AEN: Si la sociedad estuviese basada enteramente en la propiedad privada y el intercambio, muchas personas sostienen que no habría tal cosa como la comunidad y el orden.

HOPPE: La especialidad del mercado es producir cosas que las personas desean, y eso es ciertamente verdadero para condiciones como la comunidad y el orden. Uno de los principales medios para lograrlo es el derecho de exclusión, el cual, en una economía de mercado, los propietarios siempre pueden ejercer. Esto permite a los dueños mantener el valor de su propiedad y fomentar el comportamiento civilizado.

Parte de la terrible tendencia en los gobiernos modernos ha sido pisotear el derecho de exclusión. Esto esencialmente es lo que la ley de derechos civiles hace. Los empleadores no pueden contratar y despedir como les convenga. Los maestros no pueden echar alumnos de la escuela. Los negocios deben acomodarse a clientes que son nocivos a los intereses de largo plazo de la firma. A la luz de esto, la decadencia cultural y un comportamiento corrupto son de esperarse. Incluso el derecho de los padres de ser los últimos jueces en su propio hogar está siendo atacado.

El convenio es una institución crucial del mercado que afirma el derecho a excluir. Grupos de personas, usualmente con un fundador, establecen todo tipo de reglas a las cuales todas las personas que son parte del grupo deben adherir. El dueño último determina las reglas basándose en el consenso. Y hay mercados competitivos para las propiedades con acuerdo ofreciendo distintos grados de rigurosidad.

AEN: ¿Las restricciones están entonces adheridas a la propiedad misma?

HOPPE: Supongamos que compras alguna propiedad dentro de una estructura comunal más grande. También estás comprando las restricciones, que presuntamente están a su favor, dado que las reglas son un punto crucial para el valor de su propiedad. Los términos de la comunidad pueden ajustarse de acuerdo a un proceso establecido por las leyes de la comunidad. Si la comunidad en general es comprada al dueño total, en términos dictados por el acuerdo, la comunidad también puede ser cambiada para ser más acorde a las condiciones del mercado.

El mecanismo, que descansa en el derecho de propiedad de los dueños de excluir y dictar reglas, es una fuente de comunidad y orden dentro de la matriz de cambios voluntarios. Pero el Estado odia los arreglos comunales porque forman sistemas competitivos de derechos. El Estado democrático los odia tanto como odia el derecho de un empresario de rehusarse a un servicio o el derecho del empleador de echar a su empleado.

AEN: ¿Entonces no ve ninguna diferencia real entre la vida privada y la vida comercial?

HOPPE: No debería haber ninguna diferencia en lo que concierne a la propiedad privada y los derechos. Toda persona tiene el derecho a determinar quién puede y no puede cenar en su propia casa. De manera similar, cada dueño de un negocio posee el derecho de determinar quién puede y no puede cenar en su restaurante. La única diferencia es que el dueño del restaurante espera facilitar más cenas. Probablemente necesite un motivo financiero extremadamente bueno para excluir a alguien.

Pero si creemos en los derechos de propiedad, él debería tener el derecho de excluir por cualquier motivo. Desde el punto de vista del Estado, es más fácil iniciar el ataque sobre la propiedad quitando el derecho a excluir de las propiedades comerciales. Luego el Estado puede ir gradualmente invadiendo el último bastión indiscutido de la propiedad privada, el hogar de la familia.

AEN: ¿Recientemente presentaste un artículo sobre el fracaso del liberalismo clásico? ¿Cuál era ese fracaso?

HOPPE: La creencia en la posibilidad de un Estado mínimo, y que el Estado puede cumplir un rol puramente de protección. Si el Estado es definido como la institución que posee el derecho de imponer impuestos de manera compulsiva monopólicamente en un territorio o jurisdicción, entonces es fácil mostrar que este tipo de instituciones es inherentemente incapaz de proveer lo que estos liberales clásicos desean que el Estado provea, que es protección y seguridad.

Una vez que se otorga a una institución el derecho de determinar unilateralmente cuánto debe uno pagar para ser protegido, esta institución tendrá la tendencia, por virtud de su propio interés, de incrementar sus gastos en protección mientras en realidad reduce la verdadera producción de protección.

El Estado se pregunta a sí mismo: ¿cuánto dinero es necesario para proteger a las personas de la violencia? La respuesta es que siempre necesita más. Y como existe una desutilidad en el trabajo, a menor protección que el Estado produzca, mejor estarán sus empleados.

Todo Estado, incluso si comienza como un Estado mínimo, entonces, va a terminar como un Estado máximo. Pensar que el problema de la protección puede provenir de una institución como el Estado es una ilusión. Es un mito y un error evidente de la mayor escala.

Uno de los más importantes servicios en la Tierra —ser protegido de la agresión de otras personas— no debería ser asignado a una institución que puede cobrar impuestos con el fin de hacerlo y evitar que uno busque otros defensores. Todos los incentivos están mal y preparan un desastre potencial.

AEN: ¿Entonces los liberales clásicos fueron muy tolerantes con el Estado?

HOPPE: Demasiado. Una vez que se admite el principio básico de que el Estado es un proveedor esencial de seguridad, se renuncia a todos los contraargumentos. Tomemos el ejemplo del caso de la red de seguridad social que muchos defensores del libre mercado dicen que debemos tener. Si les preguntamos qué tan alta debe ser la provisión, no pueden decirlo. Saben que si es muy alta, la gente trabajará menos; pero si es muy bajo, dicen que la gente va a ser muy pobre para recuperarse. Aunque la línea divisoria entre los dos es completamente arbitraria.

Así y todo, toman la posición de que debe existir tal cosa como una red de seguridad social. Si existe la pregunta de si tal cosa debe existir, entonces ya se ha admitido que los derechos de propiedad, el derecho a los contratos, la libre asociación y el intercambio voluntario no son la fuente esencial de seguridad y ya no son supremos. Existen ciertas consideraciones que anulan todas estas instituciones.

Si se hacen este tipo de excepciones, es muy difícil argumentar que la excepción no debe aplicarse de manera más general. ¿Qué argumentos se tienen? Ya se admitió que algunas personas pueden ser legalmente expropiadas por motivos socialmente importantes. La única tarea de los estadistas es hacer que el motivo parezca lo suficientemente importante como para permitir la expropiación. Luego todo se vuelve posible.

AEN: Hacer concesiones se convierte en el orden del día.

HOPPE: Efectivamente, el panorama ideológico actual está lleno de personas que claman desear cortes selectivos en el gobierno o traer lo que ellos llaman un gobierno limitado. Entonces, para cuidarse de ser catalogados como muy radicales, aseguran al público que no se oponen al gobierno en sí que efectivamente es una cosa necesaria; solo se oponen a su tamaño actual y presentan políticas.

Y para probar que son respetables, entonces, ofrecen soporte a ciertos aspectos del régimen, generalmente su poder de hacer la guerra, su aparato de educación, el régimen regulatorio o la red de seguridad social. Por su propia lógica, terminan intentando mejorar al Estado en lugar de intentar desmantelarlo. Esto es así porque en última instancia no representan ningún peligro para nadie en el poder. Aquellos que abogan por meramente «limitar» la intervención en lugar de eliminarla están siempre listos para ser cooptados por el Estado. Mises una vez observó que cualquiera que alguna vez haya tenido algo nuevo que ofrecer a la humanidad nunca tuvo algo bueno que decir del Estado o sus leyes.

AEN: ¿Fue Mises mejor que los liberales clásicos en la pregunta sobre el Estado?

HOPPE: Mises creía que era necesario tener una institución que suprimiese a esas personas que no podían comportarse de manera apropiada en la sociedad, personas que fuesen un peligro porque robasen y matasen. Llamaba a esta institución gobierno.

Pero tenía una idea singular de cómo el gobierno debía funcionar. Para comprobar su poder, cada grupo y cada individuo, de ser posible, debe tener el derecho de secesión del territorio del Estado. Llama a esto el derecho a la autodeterminación, no de las naciones como en la Liga de las Naciones decía, sino de villas, distritos, y grupos de cualquier tamaño. En Liberalismo y Nación, Estado y economía, eleva la secesión a un principio central del liberalismo clásico. Si fuera posible dar este derecho de autodeterminación a cada individuo o persona, dice, debería ser realizado. De este modo el Estado democrático se convierte, para Mises, en una organización voluntaria.

AEN: Pero has sido un fuerte crítico de la democracia.

HOPPE: Sí, como el término es usualmente entendido. Pero bajo la particular definición de democracia de Mises, el término significa autorregulación o autogobierno en su sentido más literal. Todas las organizaciones en la sociedad, incluido el gobierno, deben ser el resultado de transacciones voluntarias.

En cierto sentido se puede decir que Mises era cercano al anarquismo. Si se frenó antes de afirmar el derecho a la secesión individual, fue solo por lo que consideraba una cuestión técnica. En la democracia moderna, exaltamos el método de la regla de la mayoría como el medio de elegir los gobernantes de un monopolio compulsivo de impuestos.

Mises frecuentemente hacía una analogía entre el voto y el mercado. Pero era muy consciente de que votar en el mercado significa votar con tu propio dinero. El peso de tu voto es acorde con el valor de tu productividad. En el plano político, uno no vota con su propiedad; se vota sobre la propiedad de todos, incluida la de uno. Las personas no tienen votos de acuerdo a su valor de productividad.

AEN: Sin embargo, Mises ataca el anarquismo sin lugar a dudas.

HOPPE: Su objetivo aquí son los izquierdistas utópicos. Ataca su teoría de que el hombre es lo suficientemente bondadoso como para no necesitar una defensa organizada contra los enemigos de la civilización. Pero esto no es lo que el anarquista de la propiedad privada cree. Por supuesto, los asesinos y el robo existen. Es necesaria una institución que mantenga estas personas a raya. Mises llama a esta institución gobierno, mientras que las personas que no desean un Estado en absoluto sostienen que los servicios esenciales de defensa pueden ser mejor provistos por empresas en el mercado. Podemos llamar gobierno a estas empresas si queremos.

AEN: La mayor evidencia contra Mises como un antiestatista radical es el pasaje en La acción humana donde apoya la conscripción.

HOPPE: Este pasaje es muy peculiar. El pasaje, y los varios párrafos que le preceden y el que le sigue, no se encuentran en la primera edición. Hace su primera aparición en la edición de 1963. Aparece de repente y no tiene ningún fundamento en su pensamiento general. Para mí, esta adición aparece completamente para un determinado fin.

Uno debe recordar su posición general sobre el gobierno. Cada grupo, y si es técnicamente posible, cada individuo, puede secesionarse del gobierno. En consecuencia, la conscripción, en este sentido, es completamente ilegítima. Si se lee la edición de 1949 de La acción humana, no hay nada en absoluto que parecería llevarnos a estas particulares conclusiones graciosas.

AEN: Quizá la Guerra Fría lo explique.

HOPPE: Pero la probabilidad de que hubiese hecho un enunciado como este es mayor en las ediciones previas. En 1940, estaba en Suiza, rodeado de fuerzas Nazis. En 1949, acababa de ver la vieja Europa ser aplastada por la guerra y el imperialismo; ¿qué mejor momento para apoyar el proyecto para que pueda ser utilizado en detener este tipo de cosas en el futuro? Pero no lo hizo. ¿Por qué, entonces, hace esto en 1963? No había ninguna guerra importante. Vietnam estaba recién en sus etapas iniciales. La Guerra Fría no se encuentra en su pico, y la Unión Soviética estaba en su periodo post-estalinista. Estos pasajes piden a gritos una explicación.

AEN: Usted ha sido muy crítico de los argumentos de los bienes públicos para el Estado.

HOPPE: El error de la teoría de los bienes públicos es presumir que los economistas pueden detectar que algo es necesitado pero no está siendo producido por el mercado, en absoluto o en cantidades suficientes. Pero esto es solo una observación de que no vivimos en el Jardín del Edén. En todo momento, las personas desean bienes y servicios que no existen o son inaccesibles. Pero solo porque queramos que algo sea producido no implica que deba hacerse disponible.

Si tenemos que consultar con economistas para descubrir si no hay suficientes lagos y caminos, ¿no deberíamos chequear también con ellos si no hay demasiadas zapatillas y marcas de dentífricos en el mercado? En última instancia, la teoría de bienes públicos es una razonamiento para la planificación central y un ataque al mercado en sí. La verdadera pregunta es si es económicamente beneficioso y económicamente justificable suprimir las transacciones voluntarias y veredictos del mercado, y transferir forzosamente la propiedad de dueños privados al Estado. Creo que eso nunca podrá ser justificado.

AEN: ¿Con qué fundamentos ha criticado la libre inmigración?

HOPPE: Imagine una sociedad donde toda la propiedad pertenece a algún individuo particular o grupo. Uno debe considerar qué sucede en ese territorio. El resultado es un panorama muy complejo. Van a haber ciertas regiones e instituciones donde la gente pueda ir y venir como plazcan con muy pocos condicionamientos. Podemos decir que las iglesias, comedores, y otras instituciones caritativas que permiten un acceso relativamente libre con ciertas reglas.

Hay también lugares donde el ingreso depende de mínimas condiciones, como pagar una entrada. Parques de diversión privados como Disney World operan de esta manera. Nadie entra sin cumplir con las condiciones del contrato; prácticamente todos pueden cumplir esos requisitos siempre y cuando posean los medios para hacerlo y adhieran a las reglas una vez adentro.

Pero en una economía de mercado también hay áreas extremadamente exclusivas como comunidades cerradas. En estos lugares, solo se puede entrar si se es propietario o si se tiene el permiso directo de los dueños. Si se es dueño, se debe adherir a unos lineamientos muy estrictos de comportamiento, y se es responsable por cómo sus invitados se comportan.

En ningún caso se permite un acceso sin restricciones. Si toda la propiedad fuese privada, veríamos estas condiciones replicarse más ampliamente. Algunas regiones, como las áreas turísticas, tendrían este incentivo para atraer tanta gente como sea posible sin reducir el valor de la propiedad. Otras estarían absoluta y totalmente fuera de todo límite.

AEN: O sea que compara la libre inmigración con un derecho a invadir.

HOPPE: Fíjate en lo que los partidarios de la libre inmigración proponen. Quieren el completo e ilimitado derecho de las personas de cualquier lado de entrar y salir de la propiedad, sin ningún derecho a la exclusión. Pero no existe mercado en ningún lugar que replique esta situación. Es completamente contrario a la manera en la que los mercados funcionan y a cómo los dueños de propiedad se comportan. Obviamente, esta situación de libertad para todos solo puede ser generada a escala masiva si los derechos de propiedad no son asignados a dueños privados sino otorgados al Estado.

Haciéndolo aún más perverso, el gobierno es supuestamente el responsable de la protección de los derechos de propiedad contra la invasión. En cambio, en el caso de la libre inmigración, se hace posible la invasión ilimitada a los derechos de propiedad. Si el gobierno va a permitir la inmigración, por lo menos debe asegurarse que los inmigrantes posean una invitación por parte de algún propietario. Ese propietario debe luego asumir toda la responsabilidad de su presencia.

No hay nada de malo con Microsoft trayendo programadores de software de todas partes del mundo para trabajar en sus instalaciones. Pero no está bien que a estos inmigrantes se les garantice vivienda, escuelas, bienestar, derecho al voto, o cualquier cosa que invada o presuma el derecho a invadir la propiedad privada de terceros. Mientras el derecho completo de exclusión pueda ser ejercido por todo otro propietario, la libre inmigración está bien. La ciudadanía, por supuesto, es un tema totalmente diferente.

AEN: ¿Pero existe un riesgo, no es así, en poner al Estado a cargo de determinar quién puede y quién no puede inmigrar?

HOPPE: Por supuesto que hay un riesgo. En ausencia de una privatización total, entonces, la solución es descentralizar el proceso de toma de decisiones del gobierno federal hacia los estados, condados, villas, pueblos, y manzanas. Todos ellos deberían hacer sus propias reglas de exclusión. Por este medio, se puede prevenir, en su máxima extensión posible, el fenómeno de la integración forzosa.

Desde una perspectiva económica, es esencial tener libre comercio, en parte porque su ausencia pone tremenda presión sobre las personas de países con bajos salarios a inmigrar a donde los salarios son mayores. A mayor libertad de comercio, menor es el incentivo a mudarse. Si las mercancías no cruzan las fronteras, ejércitos de personas lo harán.

AEN: ¿Qué dice a la crítica de que la sociedad de la propiedad privada como usted la describe parece ser bastante autoritaria?

HOPPE: Esta es una crítica de la izquierda igualitaria. Ellos sostienen que la autoridad no debería jugar ningún rol en la vida social y no debería haber rangos o posiciones. Pero por supuesto, no puede haber sociedad sin estructuras de autoridad. En la familia, siempre hay jerarquía. En las comunidades, siempre hay líderes. En las firmas, siempre hay gerentes.

Pero en un mercado, ninguna de estas autoridades tiene el poder de imponer impuestos. Su autoridad depende enteramente del consenso y el contacto. Sin embargo, el Estado intenta romper estos centros de competencia de autoridad y establecer una única autoridad anulando todas las otras. Si usted no cumple, el Estado toma medidas.

Es una idea ridícula que necesitemos al Estado para decir a las autoridades sociales que necesitan adherir a un conjunto uniforme de reglas y obedecer a un único patrón. La sociedad no necesita modos uniformes de asociación. Los intercambios del mercado hacen que la armonía social sea posible incluso en el marco de diferencias radicales.

Los llamados multiculturalistas de hoy en día no ven que hay una diferencia entre tener un mundo con muchas diferencias culturales e imponer esa diversidad en cada punto del globo. Es una diferencia entre un régimen de propiedad privada y un régimen estatista donde el resto de nosotros meramente obedecemos. En última instancia, esos son los únicos dos sistemas entre los cuales debemos elegir.


Traducción original del Instituto Mises revisada y corregida por Oscar Eduardo Grau Rotela. El artículo original se encuentra aquí.